Se suele decir que el origen del “factoring” puede ser hallado en los prácticos mercantiles de los babilónicos, en la época del código de Hannurabi, aunque- en rigor de la verdad- por perderse estos hechos en la noche de los tiempos, cualquier predicación que se formule sobre ellos podría ser tanto cierta como falsa.[1]
El origen del Modernos Factoring estuvo en las necesidades del tráfico comercial colonial de Inglaterra, Francia y España.[2] En los siglos XVIII y XIX las compañías británicas de la industria textil utilizaban en Norteamérica los llamados “cotten-factors-agents” (agentes comisionistas del algodón), quienes participaban en el almacenamiento y venta del algodón, e incluso en la financiación de esta mercadería.[3]
Es, como gran parte de los contratos atípicos mercantiles, de origen anglosajón. El Profesor Eizaguirre sitúa los orígenes de este contrato en la época de la colonización de Norteamérica por el Reino Unido, (colonial Factoring), con los caracteres conceptuales del contrato de comisión. A mediados del pasado siglo, el comisionista cesa en su cometido específico de intermediario de ventas, para dedicarse al cobro de facturas por cuenta del comitente; en otra modalidad, anticipa dinero a cuenta del cobro en el momento de la entrega de la pertinente documentación.
Hacia los años sesenta del presente siglo se introduce en Europa con una modalidad más moderna: la presentación por parte de la compañía de factoring de más servicios, como son: el estudio del mercado, contabilidad, información comercial, etc., en España se introdujeron, hacia los años setenta, concretamente en Cataluña, con la constitución de la <<Internacional Factor Española S.A.>>, de la <<Transfactor S.A.>> y de la <<Heller Factorings Española S.A.>>.[4]
Lo cierto es que el factoring tal como hoy se conoce, nace de la práctica comercial norteamericana y ha adquirido gran aplicación también en Europa occidental, aunque ha ido tomando diferentes matices según el país donde se desarrolle. Así, en Estados Unidos de América la mayoría de las empresas de factoring se dedican con exclusividad a éste y tienen por objeto asumir los riesgos derivados de los créditos por ventas de mercaderías; en tanto en Alemania el objeto principal de esta figura consiste en la asistencia técnica, contable o administrativa que brindan los bancos.[5]
[1] MARTORELL, Ernesto Eduardo (1999) Tratado de los Contratos de Empresa, Tomo I, Buenos Aires, Ediciones Depalma, p. 445.
[2] Los exportadores ingleses, para superar las complicaciones del trasporte, la distancia y la ignorancia acerca del mercado colonial americano, así como el tiempo y la inseguridad acerca del cobro, utilizaron los servicios de representantes – depositarios en los centros de destino, quienes operaban como depositarios comercializando las mercaderías con el nombre de “factors”. De ese esquema inicial pasaron a convertirse en consejeros, garantes de las operaciones y financiadores a través de anticipos. A cambio de ello el factor gozaba, en garantía de su crédito, de un privilegio sobre las mercaderías que conservaba en sus depósitos. (LISOPRAWSKI y GERSCOVICH (1997) Factoring. Buenos Aires, Ediciones Depalma, p.5)
[3] LISOPRAWSKI y GERSCOVICH (1997) Factoring. Buenos Aires, Ediciones Depalma, p.5
[4] CHULIÁ VICENT, Eduardo y Beltrán ALANDETE, Teresa (1996). Aspectos Jurídicos de los Contratos Atípicos. T.I. Barcelona, J.M BOSCH Editor. S.L. p. 25.
[5] FARINA, Juan M. (1997). Contratos Comerciales Modernos. Buenos Aires, Editorial Astrea. p. 553.