Construcción sostenible o ambientalmente responsable

Son muchos los elementos y factores que se deben analizar y evaluar para determinar si una construcción es “sostenible” o ambientalmente responsable. De acuerdo con Norman Foster:

“Aún no tenemos una comprensión completa del impacto de los temas ambientales en la arquitectura en un sentido global, y espero que nuestro trabajo pueda aportar algunas referencias útiles para las generaciones futuras. Las cuestiones ambientales afectan la arquitectura a todo nivel, pero los arquitectos no pueden resolver todos los problemas ambientales del mundo; esto requiere de liderazgo político. Sin embargo, podemos diseñar edificios para que funcionen con niveles de consumo de energía muy inferiores a los actuales, podemos influir en los patrones del transporte a través del planeamiento urbano y podemos actuar como defensores apasionados del diseño sustentable” (Libedinsky, 2011: 22).

La construcción de edificios “verdes” implica que el desempeño de dichos edificios sea eficiente en términos de consumo de energía y agua, que se proteja el medio ambiente en que están siendo construidos, se minimice el desperdicio de materiales durante la construcción, se aproveche la infraestructura de ciudad existente, y se minimice el uso de transporte privado, entre otras estrategias. Como parte complementaria del diseño y la construcción de edificios sostenibles, es necesario considerar el impacto ambiental causado por la extracción y los procesos de producción de los materiales que se utilizan en la construcción.

En la creación de espacios confortables dentro de los edificios, que es uno de los objetivos principales de la arquitectura; obvio pero no sobra recordarlo, con frecuencia se construyen edificaciones con serias deficiencias de funcionamiento y comodidad para los usuarios en aras de beneficios económicos y estéticas de moda; el papel de la envolvente arquitectónica es fundamental. De acuerdo al diseño y los materiales que se utilicen en la construcción de las cubiertas y fachadas se puede lograr una mayor eficiencia energética, que representa uno de los pilares de las construcciones sostenibles, evitando o minimizando la utilización de sistemas electromecánicos de climatización de edificios. Así mismo, la envolvente de los edificios es la responsable de una buena iluminación natural, que no debe ser excesiva ni deficiente.

Durante el proceso de diseño de edificaciones, una de las decisiones que debe tomar el arquitecto y su equipo de diseño es la definición de los materiales con los que se va a construir el edificio. Esta selección de materiales está determinada por factores de estética, costos, avances en tecnologías y características estructurales, entre otros, pero casi nunca, hasta ahora, se han considerado como aspectos determinantes las características de sostenibilidad que puedan tener los materiales. Cabe resaltar que los materiales pueden causar un mayor o menor impacto ambiental dependiendo de la forma en que se utilizan, partiendo de decisiones que se toman desde el inicio mismo del diseño arquitectónico, como los sistemas constructivos a utilizar y el manejo de los mismos en la construcción.

Incluir en la práctica del diseño estrategias como el “diseño para el desmantelamiento”, Design for disassembly (Pressman, 2007: 844), o los sistemas pasivos de control de temperatura interior para el confort de los usuarios, entre otras, conduce a reducir el impacto ambiental generado durante la utilización y operación de los edificios, así como al terminar la vida útil del edificio, durante su demolición.

Los materiales que pueden ser reciclados fácilmente, “convirtiéndose” en materia prima para la fabricación de nuevos productos para la construcción o el consumo en general, reducen la extracción de recursos no renovables.

Por último se debe evitar el uso de materiales o productos que, por su forma de fabricación, contengan y emitan partículas, componentes volátiles orgánicos u otros gases nocivos para la salud después de ser instalados, principalmente en espacios interiores, para evitar el deterioro de la calidad de aire interior y minimizar el riesgo de enfermedades en los usuarios de los edificios.