LA CRISIS ENERGÉTICA

Se puede definir como un desajuste temporal entre la oferta y la demanda energéticas que se salda, de forma habitual, con fuertes incrementos de los precios de las distintas energías. Esto último se da, obviamente, en el caso de que la oferta sea superada por la demanda, supuesto desencadenante de la crisis desde la perspectiva de una nación importadora (como es el caso de los países del mundo occidental, en general, y de España en particular). Sin embargo, desde la óptica de un país explotador (caso de cualquiera de la OPEP), la crisis surgiría en el caso de exceso de oferta y de caída de los precios energéticos. Si se acepta este doble enfoque de crisis, es preciso reconocer que éstas son bastantes habituales en la historia económica contemporánea. No obstante, y por las razones apuntadas, la idea de crisis más generalizada es la primera.

El desencadenamiento de las crisis energéticas suele ocurrir cuando los tirones alcistas de la demanda -impulsados por el crecimiento económico- no van acompañados de incrementos paralelos de la producción, lo que se debe a la falta de respuesta de ésta a corto plazo ante el largo período de maduración de las inversiones para acrecentarla, pues transcurren varios años entre su comienzo y el momento en que se puede iniciar la explotación comercial del yacimiento o de las instalaciones de transformación.

 

El ajuste, vía precios, entre una demanda desbordante y una oferta incapaz de satisfacerla en cantidad y calidad constituye un mecanismo -aunque traumático- de reequilibrio, pues los altos precios precipitan una nueva oleada de inversiones en busca de nuevos yacimientos, nuevas fuentes de energía o nuevas técnicas de uso que, finalmente, restablecerán el equilibrio entre la oferta y la demanda a más bajos precios.

 

En definitiva, las crisis energéticas son bastante habituales y, en cierta medida, favorecen el progreso.

 

EL IMPACTO DE LAS CRISIS ENERGÉTICAS SOBRE LA ECONÓMICA MUNDIAL

Por su carácter paradigmático y por ser la más reciente (el conflicto del Golfo no supuso escasez de oferta y por ello no cabe considerarlo en sentido estricto como crisis energética) podemos centrarnos en la crisis energética iniciada en octubre de 1973 con la subida de los precios de los crudos y con restricciones de oferta aplicadas por los países de la OPAEP (Organización de los Países Arabes Exportadores de Petróleo), y alimentada por hechos similares en los años siguientes. Aunque los efectos fueron múltiples, algunos, por su relevancia, merecen ser destacados:

  1. a) Se cerró un largo período de precios energéticos bajos y decrecientes y se abrió otro de precios altos y crecientes que duró casi un decenio.
  2. b) El alza de los precios de los crudos -hecho desencadenante- fue acompañado de elevaciones -algo menores- en los precios de otras energías primarias.

 

  1. c) El carácter aleatorio e imprevisible de las alzas de los precios de los crudos, unido a su falta de relación con los costes de extracción, provocó graves incertidumbres a corto y medio plazo sobre la conveniencia de realizar grandes esfuerzos inversores, tanto para desarrollar nuevas fuentes energéticas, como para investigar los recursos de las ya conocidas, si se exceptúa, claro, el caso de los hidrocarburos.

 

  1. d) Los países industriales, todos grandes importadores de crudos, vieron sus economías muy afectadas por el alza de precios. De entrada, sufrieron un grave quebranto en sus balanzas comerciales, pero, además, su crecimiento cayó en picado, a la vez que sus tasas de inflación llegaron a dos dígitos y se elevó el paro muy por encima de las cifras del decenio precedente.

 

  1. e) Dadas las interdependencias existentes en la economía mundial, la recesión de los países industrializados no tardó en generalizarse al resto, sobre todo por la vía del comercio internacional, que experimentó una fuerte contracción.

 

  1. f) Los países exportadores de crudos, como era lógico esperar, se vieron muy beneficiados, obteniendo enormes superávit en sus balanzas comerciales al aumentar mucho sus ingresos, casi exclusivamente basados en la venta de crudos. Las reservas de divisas que acumularon (pues a corto plazo apenas si aumentó su propensión a importar), colocadas en los principales centros financieros internacionales -Nueva York, y Londres- beneficiaron a algunos países desarrollados, pero sometieron a grandes tensiones al sistema financiero internacional.

 

  1. g) Las alzas del precio de la energía, la inflación subsiguiente y las políticas de ajuste provocaron cambios en la división internacional del trabajo, pues mientras ciertos países perdieron competitividad y cuota de mercado, otros aprovecharon la situación al tener ventajas de especialización en sectores no intensivos en energía.

 

 

ESCASEZ DE ENERGÍA EN EL MUNDO

Se trata de una cuestión controvertida sobre la cual existen posturas enfrentadas. El desacuerdo está, tratando de simplificar al máximo, tanto en los datos de base para el análisis, como en la propia valoración de los mismos.

 

El primer punto se concreta en la estimación de los recursos y reservas mundiales de energía, tema sobre el que es preciso hacer algunas puntuaciones previas. La primera estriba en que es preciso desdeñar la idea de que tanto los recursos como las reservas son algo fijo o constante. En lo referente a reservas esto es fácil de entender puesto que avances técnicos o cambios en los precios relativos pueden convertir parte de los recursos en reservas, aunque lo contrario también puede suceder. Sin embargo, en lo relativo a recursos esta idea casi nunca se tiene en cuenta y es fundamental, pues los recursos, efectivamente, pueden agotarse si se utilizan, pero, asimismo, pueden incrementarse como consecuencia de los trabajos de exploración minera que permiten descubrir yacimientos antes desconocidos. Esto último viene sucediendo de forma bastante frecuente en los últimos decenios.

 

La segunda puntualización es la relativa a los métodos de cálculo de recursos y reservas que pueden presentar resultados finales con una considerable discrepancia cuantitativa.

 

 

 

 

Tomados en su conjunto los recursos energéticos con que cuenta la humanidad pueden evaluarse de relativamente abundantes, pues son suficientes para abastecer la demanda energética mundial durante más de un siglo, y esto en el supuesto, muy improbable, de que no se añadieran nuevos recursos al descubrirse yacimientos actualmente desconocidos. El plazo indicado parece suficientemente lejano como para poder rechazar las tesis apocalípticas que de forma más o menos periódica e interesada salen a la luz pública.

 

Sin embargo, el panorama optimista varía si del conjunto pasamos a las partes, pues, aunque las reservas de carbón y uranio son abundantísimas, las de hidrocarburos lo son bastante menos sobre todo las de petróleo, que resulta ser, desde hace más de un cuarto de Siglo, la energía primaria más utilizada. No obstante, el petróleo puede ser sustituido en bastantes aplicaciones -desde la calefacción a la producción de electricidad- por otras fuentes, como el carbón o la electronuclear.

 

Otra cuestión de interés es la relativa a la distribución geográfica de las reservas denominadas por grandes diferencias entre áreas y países. Así, América del Norte y la antigua URSS se reparten casi a partes iguales la mitad del total mundial, mientras que el Próximo Oriente alberga casi el 60 por 100 del petróleo y un alto porcentaje del gas natural. Por el contrario, Europa (excepto la URSS) es pobre en recursos energéticos, sobre todo en lo referente a hidrocarburos, aunque dispone de abundante carbón.

 

En definitiva, nuestro planeta cuenta todavía con recursos energéticos suficientes para continuar abasteciendo durante al menos medio siglo consumos similares a los actuales. Aunque desde la perspectiva económica el plazo parece no preocupante, para algunos puede parecer demasiado breve.

 

 

 

POR QUÉ DEBE AHORRARSE ENERGÍA

Las reservas y los recursos energéticos no son ilimitados, aunque sean relativamente abundantes. Desde el punto de vista económico son bienes escasos (no son bienes libres, como el agua o el aire) y, por tanto, su uso debe ser racional, evitándose el despilfarro. Esto implica que debe extraerse el máximo aprovechamiento de la energía empleada, evitándose pérdidas innecesarias en la extracción, manipulación y transporte, utilizando técnicas y maquinas eficientes, y para el consumidor final, imponiendo precios disuasorios que penalicen el derroche y la dilapidación. Con ello, sin afectar al nivel de vida, se logrará prolongar el máximo las reservas y los recursos actualmente disponibles, encaminando la transición hacia nuevas energías de forma moderada, evitándose así situaciones traumáticas con elevaciones desmesuradas de los precios, reflejo, en la mayoría de las ocasiones, de escaseces relativas.

 

 

RECURSOS Y RESERVAS ENERGÉTICOS

 

El mero conocimiento y cuantificación de la existencia de materias primas energéticas no significa necesariamente que éstas se puedan emplear para la obtención de energía útil. Para ello, además tiene que ser técnicamente posible su explotación y económicamente rentable la misma, es decir, que los costes de extracción sean inferiores a los precios del mercado. Asimismo, es preciso que la energía útil que se obtenga del recurso sea muy superior a la consumida en su extracción y transformación. Las cantidades de materia prima energética que cumplan todos estos requisitos se denominan reservas, que pueden aprovecharse para su transformación en energía útil en condiciones económicas rentables. Al resto de las cuantificadas se las denominan recursos. La proporción de recursos que pasan a ser reservas, sin descubrirse nuevos yacimientos, aumenta a medida que se abaratan técnicamente los costes de explotación, o bien porque en el mercado alcanzan un mayor precio. Así, la fuerte elevación de los precios del petróleo en 1973 provocó que el crudo del Mar del Norte dejase de considerarse únicamente recurso para considerarse reserva.

 

La diferenciación entre recursos y reservas es fundamental en el análisis económico de la energía y decisiva para una planificación racional, puesto que, mientras que los recursos energéticos son muy abundantes, las reservas energéticas son más escasas, aunque bastante variables.