El desarrollo de una estrategia corporativa se enmarca a partir de los lineamientos establecidos en la misión y en los objetivos de largo plazo fijados. Así, una vez se ha definido el propósito o razón de ser de una organización, puede procederse de forma más clara a establecerse una estrategia. Tal y como lo afirman Heizer y Render (2009, págs. 34-35), “la misión indica los límites y enfoques de la organización […] y la estrategia es el plan de acción trazado para alcanzar su misión”.
La materialización de la estrategia de una organización se logra mediante el cumplimiento y respaldo realizado por las estrategias funcionales. Del grado de alineación existente entre estas estrategias y el objetivo corporativo depende en gran parte el éxito o incluso la subsistencia de una organización.
Al igual que en mercadeo, ventas, finanzas o producción, la empresa debe desarrollar una estrategia logística con la que se orienten los esfuerzos y recursos de la cadena de suministro a soportar la estrategia corporativa.
La estrategia logística plantea la forma en que se abordan cuatro áreas principales: niveles de servicio al cliente, ubicación de instalaciones, decisiones de inventarios y decisiones de transporte (Ballou, 2004). Resulta vital que el diseño de la cadena de suministro, así como la función de cada uno de los eslabones, estén alineados para impactar positivamente en las áreas de interés recientemente mencionadas.