Vista desde el ángulo de la contaminación la futura agricultura es juzgada conforme a los mismos parámetros de la industria. No puede ser contaminada ni debe contaminar[1]. En el primer caso para garantizar una competencia de alto nivel en el mercado por medio de la buena calidad de los productos, pero sobre todo para cumplir con las exigencias de salud de los consumidores. Y no debe contaminar como regla universal de la sociedad: ni en los campos, mucho menos en las ciudades. Por otra parte el uso de los productos químicos cada día viene siendo más criticado. Se impulsan grandes esfuerzos para proteger los ríos, los mares, y también el suelo de los deshechos sólidos y líquidos. Consecuentemente es un imperativo reciclar los plásticos y los bienes no degradables.
[1] Zeledón “ob.cit”, Pág. 59